Las Hoces del río Casaño

Artículo publicado en la revista Grandes Espacios especial de otoño 2013

El rió Casaño, uno de los principales afluentes del Cares nos presenta en el recorrido aguas arriba que parte del pueblo de La Molina un paseo de desnivel mínimo y cómodo caminar. Donde Roca y vegetación sin presentar las verticalidades de la cercana senda del Cares mantienen el mismo ambiente abrupto y alpino de su hermano mayor el Cares.

Comenzamos nuestro recorrido en el pueblo de La Molina, siguiendo un camino que tras abandonar el pueblo atraviesa un bosquecillo de Castaños. Bajo nosotros podremos oír con claridad el fragor del agua del río, tanto mas claramente como más nos acerquemos al Pompedro (puente de piedra), un arco natural bajo el que el río se despeña en una serie de espectaculares saltos de agua. Este arco natural da nombre a un pequeño puente medieval y a otro más moderno por el que cruzaremos, siempre siguiendo siempre el cauce ascendente del río. Y desde el que al asomarnos podremos ver el angosto tramo por el que el rio desciende con fuerza y que es utilizado ocasionalmente para la iniciación al descenso de cañones. La senda estrecha y sin desnivel continuara a partir de ahora junto a la margen del rio, dejándonos en ocasiones junto a pequeñas playas fluviales que invitan al baño si el calor apretase, y el miedo a la temperatura del agua no lo impide.

En nuestro paseo junto el río hasta la majada todavía en uso de Santianes podremos encontrarnos raramente con alguna garza despistada, y más frecuentemente con mirlos acuáticos o con algún buitre de los que mantienen colonia en las paredes extraplomadas de Cabeza La Xatera, una gran mole rocosa que encontraremos en la margen izquierda del río.

En nuestro recorrido por entre los castaños, el caminante observador se dará cuenta que estos no crecen al azar en la ribera del río, sino que se encuentran perfectamente alineados, síntoma inequívoco de que han sido plantados para aprovechamiento de su fruto, corros de piedra para guardar los erizos con las castañas y conservarlas, o pequeñas construcciones de bóbeda de piedra para guardar el ganado nos confirman el aprovechamiento ancestral de esta ribera.

La senda sin perdida nos lleva a atravesar el puente del Escobín, junto a la citada majada de Santianes y los restos de una central hidráulica que nunca llegó a estar en funcionamiento.

Si bien curiosamente conocemos prácticamente todo sobre la construcción del canal del Cares, prácticamente no existe ninguna referencia a esta obra, mas modesta en dimensiones pero igual de complicada para la tecnología de la época. Tan solo alguna referencia de que fue una empresa navarra Alfaro, Espluga y compañía la que en 1918 quiso aprovechar para la generación de electricidad las aguas de la surgencia de las Palvoras (que podemos observar frente a la majada en la margen derecha del río) así como canalizar tallando en la roca un canal que transportase el agua desde el nacimiento del Casaño en la escondida surgencia del Oyu la Madre.

Se desconocen las causas por las que las obras fueron abandonadas pero todavía hoy en día pueden observarse en los alrededores del edificio de la central partes de los grandes tubos de acero utilizados en las conducciones. El sendero continua ahora por la margen izquierda del río hasta llegar al puente de los mineros, en un estado precario que requerirá de una pequeña dosis de equilibrio para cruzarlo, o una gran dosis de valentía para descalzarse y atravesar las aguas heladas del Casaño.

Tras un corto recorrido se llega a la vega de la Batuda, donde el rio hace una gran curva y el sendero nos remonta a una pequeña loma desde donde divisar con cierta panorámica el camino recorrido y el resto de la garganta río arriba. Frente a nosotros en la roca de la margen derecha se puede ver a media altura el sendero tallado en la roca que pretendía canalizar el agua del Oyu La Madre. Esta senda, accesible, abre la posibilidad para los que carezcan de vértigo de continuar río arriba, a sabiendas de que el paso tallado no es en ocasiones mas ancho de medio metro y no permite un solo resbalón.

Si la prudencia o la compañía de los niños hacen desaconsejable continuar, la vega de la Batuda es sin duda es el punto óptimo para dar por terminado nuestro cómodo paseo, quizás descansando junto a la fuente de los 7 brazos, una pequeña fuente de agua cercana al río en la que el agua tras brotar bajar por las rocas formando (con mucha imaginación) los 7 brazos de agua que le dan nombre.

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